miércoles, 19 de diciembre de 2007

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XV

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XV

Voy a hablar de pelos. Ya tiene su miga que un calvo reconocido (cum laude por varias universidades expertas en la materia, y premio especial del jurado de la asociación de Calvos Indecentes Asociados, o sea, la C.I.A.) les venga a hablar de temas capilares. Seguramente, al 99% de los que leerán este escrito, les saldrá el siguiente pensamiento: “Pedro, calvo, gordo y estupido no se puede ir por la vida”. El 1% restante, que se lo adjudico a un amigo que empieza o termina las frases en latín, le saldrá el mismo pensamiento, pero añadiéndole la siguiente coletilla: “gilipuertus habemus”.

Yo lo que voy a intentar es enseñar a los amigos como se sobrelleva este situación que, como ya he reconocido en anteriores escritos, hace años, años y años que me acompaña. Tal es la cosa que, aunque soy un ateo reconocido, si el día que me muera descubro que Dios existe, cuando llegue ante él, le preguntaré: “¿yo que te hice, tío? Tuvo que ser bien gorda para dejarme sin pelo desde parvulito”.

Y es que les comunico que más tarde o más temprano, todos acabaran como yo, que como dice el refrán: “a los cien años, todos calvos” (si no me creen, vayan a dar una vuelta al geriátrico que tengan más cercano) así que voy a narrarles mis peripecias, a ver si pueden evitar situaciones complicadas y que no les tomen mucho el pelo, más bien, que no les peguen muchas collejas en la calva.

Lo primero que tienen que saber es que la calvicie es hereditaria, salvo que tu peluquero particular sea de los que le gusta experimentar con productos y lociones varios. Más vale que tengas bien controlado su teléfono y dirección, por si algún “picapleitos” puede intentar sacarte alguna compensación económica por negligencia tijeril.

Y para más información, se hereda por la vía materna, o sea, que si tu padre es de los que deslumbra a los viandantes en los días soleados de agosto, no te preocupes mucho. Yo cuando me enteré de esta herencia genética, revise los antepasados masculinos por parte de madre. Primero, mi abuelo, el de la mala leche, que al recordar su calvicie, se me ocurre la siguiente situación: en los días de luna llena, por esos bosques perdidos de Dios, seguramente lo cogerían entre cuatro, lo podrían en posición horizontal, apuntando la cabeza hacía la luna, para que su reflejo en su calva les sirviera como linterna.

Si nos remontamos a épocas más tardías, encontré una foto de mi bisabuelo materno, y sólo decir que, con la moda de aquellos tiempos de tener las cejas superpobladas, no había forma de distinguir la frente de la nuca, traduciendo, no se veía bien si estaba de frente o de espaldas. La explicación genética ya estaba corroborada.

Una vez asumido, te empiezan los vacilones de los conocidos. Entre lo más destacados, el típico:”vaya entradas que tienes, que son, de fútbol o de baloncesto?”. Yo, a la quinta vez que me lo dijeron, ya tuve que saltar, y respondía: “Ja, Ja, que ocurrente, que gracioso. ¿Se te ocurrió a ti sólo o lo leíste en alguna revista científica?”.

Luego está el que no te llegue a acomplejar mucho, porque el tema de los peluquines, si no estamos en Carnaval, no pega, la verdad, y la moda estilo “Anasagasti” no cuela, nadie piensa que el pelo que te dejas crecer de la nuca y de los laterales y lo “revuelves” en la calva para que tape, ha nacido “natural” por esa zona. Ahora, si os apetece hacer el ridículo conscientemente, siempre podréis decir que es una “gorra de pelo” para el frío.

Ya dejamos de hablar del tema de la calvicie, y os confieso que el resto de mi cuerpo no cumple está máxima. Más bien todo lo contrario. A mi me pueden llamar, “Pedro, el calvo”, “Pedro, el peludo” o “Pedro el velloso”. Hasta una vez me pidieron muestras de A.D.N. para compararlas con unas muestras que habían encontrado del Yeti, para ver si mi “pelumbre corporal” descendía de dicho ser, pero enseguida desistieron porque me comunicaron que era imposible, ya que el Yeti se supone que tiene menos pelo.

Otra confesión es que creo que soy responsable del calentamiento global del planeta, ya que un día me dio por afeitarme a pelo (sin espuma ni nada) la pelumbrera de la espalda al aire libre, y claro, los pelos salieron volando, llegando hasta la estatrosfera, lo que ha provocado un escudo que no permite que los gases invernaderos salgan de la atmósfera.

En otra ocasión hice lo mismo, pero en el mar, lo que hizo que murieran todas las algas de 5 millas a la redonda de donde me encontraba, ya que tanto pelo no dejó pasar la luz del sol, y las susodichas algas no pudieron realizar la fotosíntesis.

Una vez me recomendaron que fuera a un sitio de esos donde te depilan el cuerpo, y que no pensara que era ninguna “mariconada”, pues los nadadores y demás deportistas lo hacen, pero como yo no se nadar, y lo de practicar deporte no entra dentro de mi “religión”, no les hice caso. Además, seguramente, si algún día me decidiera ir a un sitio de esos, me echan a la calle enseguida, porque no creo que nadie se pegue 72 horas extras seguidas (como mínimo) trabajando conmigo.

En fin, que la actual Ministra de Fomento se quede tranquila, que hay gente más peligrosa que ella.

Como despedida, si al final resulta que los budistas son los que tiene la razón, y existe la reencarnación, le voy a pedir al que lleve el tema de mi siguiente destino en la vida que me reencarne en cualquier tipo de chimpancé, total, ya estoy acostumbrado a tanto pelo.

martes, 11 de diciembre de 2007

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIV

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIV

Ya están aquí las Navidades. Mejor dicho, llevamos ya un mes de Navidad y todavía no es 24 de diciembre, pero yo ya he visto adornos navideños en escaparates de tiendas desde el día 01 de noviembre, amén de algún fantasma de halloween con gorrito de papa Noel que ví esa noche. Sólo me falta ver a algún “mago” el día 02 de mayo en el tradicional baile de ídem, con el mismo tocado navideño, y ya no me quedará ninguna duda del cambio climático, y reafirmar lo que dice la famosa frase de: “cada loco con su tema”. Más bien, cada loco con su timple, su “cargadera” de vino de La Orotava y su gorrito de Noel.

Lo de los escaparates decorados en Navidad es una tradición, que gusta mucho a los que les gusta ir de tiendas, pero para los que hemos trabajado en una “shop” (manera internacional de no repetir palabras, cosecha particular, ya la tengo registrada, no me copiéis) como dependientes en esas fechas, es la peor época del año. Más si cabe si como yo, tenían a una encargada “amargada”, que descargaba su odiado paso por el mundo con todo aquel que se le ponía delante. Montar un escaparte bajo su supervisión, era una semana de cambios, cambios y más cambios en lo inicialmente diseñado.

Tal era el caso que el segundo año que me toco, saque una foto del primer escaparate montado. La susodicha nos hizo cambiar dicha decoración, batiendo un record que creo que todavía permanece en el libro Guiness, cuarenta y cinco veces. El definitivo, tras tanto trasiego, acabo siendo el mismo que el primero, con la única diferencia de que el muñequito de Santa Claus en vez de su mirada de bonachón, se le había puesto una cara de mala leche, pensando seguramente: “a ver si dejáis de tocarme las bolas” (creo que se refería a las dos, las físicas y las del árbol).

Que conste que la foto inicial y la final solamente se la mostré a mis “sufridos” compañeros, porque, si se me hubiera ocurrido regodearme de ella enseñándole las fotos, se hubiera cabreado más, y ya el nuevo record no lo supera nadie ni adrede.

Ya no te digo la noche del día 05 de enero. Recuerdo una vez que, en un momento determinado, estaba agachado detrás del mostrador, guardando algún producto, y cuando me levanto, me veo sólo, porque mis compañeros, o bien estaban enseñando productos por fuera, o bien pasando visas, y me ví una marabunta de gente que era imposible distinguir la puerta del local. Es que en aquel tiempo el Gobierno no se gastaba el dinero en campañas para promover que la gente comprara todo antes, o si las hacía, la gente no les prestaba la atención debida (como ahora). Las varices de aquellos días todavía permanecen, me cogieron cariño y no me quieren abandonar.

De la noche del 24 de diciembre sólo destaco las caras de felicidad de los niños de la familia (los de menos de 14, a los “niños” que ya acabamos de cumplir 38 ya no nos regalan) al abrir sus regalos.

En cuanto a las fiestas de Fin de Año, creo que soy de las pocas personas que quedan en este mundo (o sea, un “friki” con todas las letras) que no se ha puesto nunca un esmoking. Las fiestas más recordadas son las que montábamos en casa de un amigote, donde habían dos tradiciones. La primera era que yo me encargaba de la música (con muy buenas críticas, y esta vez pecando de vanidad con todas las de la ley), y la segunda, la típica llegada de la policía a las 6 de la mañana, tras la consecuente queja de los vecinos de alrededor. Y a las 6 era cuando oíamos el timbre de la puerta, que creo que estaban tocando a la misma desde las 5, pero con el jolgorio no se oía nada. Una vez abrimos la puerta y estaban a punto de derribarla los antidisturbios, al estilo Hombres de Harrelson.

Tuve la suerte un año de participar en la organización de una de estas fiestas, y aprendí una cosa fundamental. Si en la lista de invitados se encuentra un amigote que seguramente leerá este artículo, hay que triplicar el surtido de croquetas. Menos mal que no ocurrió ninguna situación que hubiera necesitado asistencia sanitaria, porque no me veo al sanitario explicándole una intoxicación por exceso de pasta de atún rebozada.

La última tradición es la del día de Reyes, con su típico Roscón. A mí nunca me ha tocado el muñequito, pero da igual, siempre lo paga “tío Pedro”. Yo llevo estos últimos años comprando las variedades, o sea, los rellenos de nata, de chocolate, de crema, y el año pasado descubrí uno nuevo, de turrón. Tal es el atracón de roscones varios, que desde que me levanto ese día, el estomago me da un par de punzadas, temeroso de lo que le espera. Pero yo ese día le cuento el siguiente chiste: “niño, no comas más dulces que vas a reventar” y el niño responde, “pues dame otro, y apártate”.

Final. Como recordatorio, no olvidéis de mandar sms el día 24 por la noche, para que así las compañías de telefonía tengan beneficios y nos puedan dar ofertas al año siguiente, y para los ateos, deciros que se cree que Jesús nació en marzo, y que Baltasar era “blanco” hasta el siglo XVI, época a partir de la cual se le representó como de raza negra por necesidades estratégicas de la Iglesia.

Yo sólo os deseo una Feliz Navidad, y espero que me toque la lotería de Navidad, o bien con los decimos que tengo con mi amiga Alex, o bien con los que tengo con mi amiga Raisha. No os deseo que la ganéis los demás, porque a ver como pago yo los roscones este año, pero un pellizco os daré si me lo gano (pellizco de roscón, que quede claro).

miércoles, 5 de diciembre de 2007

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIII

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIII

Como llevo unas semanas con una “tontería mental” (para aquellos que me conocen bien, decirles que es más grave de la ya habitual y conocida por ell@s), y que no se me ocurre ninguna idea digna o no digna de comentar, creo que voy a hacer lo que hacen los malos guionistas cuando se quedan sin ideas, o sea, hacer un “mix” de mis anteriores escritos. Para aquel o aquella que no la haya quedado claro, voy a soltar cosas en referencia a mis anteriores artículos.

Por ejemplo, en cuanto a mis vivencias personales, y más concretamente en mi época militar, recuerdo una ocasión en la que mi habitual buena suerte para situaciones complicadas desapareció. En realidad no es que se fuera a ver a las “mama chichos”, que es lo que ponían en aquel tiempo en la tele, sino más bien que un veterano me hizo una jugada bien gorda. El veterano en cuestión no me podía ni ver, el típico rencilla que no soportaba que su trabajo lo hiciera otro mejor y más rápido.

Su malestar venía porque él hubiera preferido que mi destino en la oficina del cuartel fuera ocupado por un amiguete suyo, pero, amigo, los test de personalidad y habilidad que te hacen nada más entrar sirven para algo, y mis 350 pulsaciones de mecanografía y mis habilidades sociales decantaron mi ocupación final (no hace falta que os imaginéis a los que sacaron puntuación cero o negativa donde los mandaron, eso sí, los retretes siempre estaban bien limpios).

Pues bien, este “enemigo” (la verdad es que, que yo sepa, enemigos he tenido muy pocos en la vida, gente que le caigo mal, las habrá sin duda, y buenos amig@s, todos a los que envió estas divagaciones y los que se han quedado por el camino) vino un día de visita cuando ya se había licenciado (hay que estar muy colgado para ir a visitar un sitio donde tus libertades se han visto recortadas, tanto, que me pegue dos meses después de salir, que le decía a la dependienta del supermercado: “bueno días, mi sargento”), y, aprovechando que yo no me encontraba en la oficina, cambió adrede una orden de servicios, incluyendo para realizar unas guardias, a una compañía que en ese tiempo estaba de maniobra. Traduciendo, físicamente era imposible que esa gente pudiera hacer esos menesteres, a no ser que el ejercito les pagara un vuelo charter, porque en ese momento se encontraban en Fuerteventura.

Este “error maquiavélico” conllevó una bronca de escándalo a mi jefe en la oficina, como responsable de la misma, y éste a su vez, la pagó conmigo. El “castigo” no fue arrestarme hasta que Chávez le pida perdón al Rey, sino que, en unas maniobras de fuego real nocturno, me hizo revisar todas las armas de los novatos cada vez que se disparaban, y, dado que las armas del ejercito creo que fueron heredadas de la batalla de Trafalgar, y que el coeficiente intelectual de alguno de ellos merecería ser caso de estudio por alguna universidad, para así poder determinar las causas de la estupidez humana, tengo que reconocer que mi vida estuvo en serio peligro. Menos mal que en la mili te dan dos trajes de comando, porque esa noche acabe con unas manchas oscuras, y de barro no eran, para que quede claro.

En referencia al “señor” Chávez, alguien muy estimada me llamo a las 7 de la mañana del lunes, supercontenta por el resultado del referéndum. Sólo decir que utilizar como campaña para el sí, el hacer el ridículo poniendo a caldo pota al Rey de España y al Presidente de Colombia, y subirse en plan concierto de salsa callejero a un autobús por las calles, merecerían otro estudio universitario como el referido anteriormente. Yo el cambio en la constitución que pediría, sería que se le tiene que hacer de forma obligatoria un estudio psicológico a los candidatos a Presidente.

En cuanto a las cosas que me tocan las narices, se me olvidó comentar que odio profundamente que me molesten un domingo por la mañana los testigos de Jehová, Mahoma, Cristo del Séptimo Día, Esclavos de Judas o Santa Viagra Bendita. Si alguien los ha vuelto locos a ellos, yo les juro que el día que llegue a Presidente de algo, los voy a dejar tranquilos, aunque a algunos de ellos me encantaría meterles arresto domiciliario, y más concretamente, arresto en casa y sin poder salir del cuarto de baño.

Es que ya tiene delito, que te quieras relajar un domingo por la mañana, y te vengan con el cuento de que su Dios es nuestro salvador y demás. Al próximo que me tranque, le digo que me hago de su religión si me pagan la hipoteca, me viene a limpiar el piso una vez por semana y me planchan las camisas, que la parte de los botones del cuello me quedan de pena cada vez que plancho.

Y de las series infantiles, ahora parece ser que Barrio Sésamo es una mala influencia, según los americanos. Pues yo les diría que si no es por el Drácula que le encantaba contar, no hubiera aprobado primero de E.G.B. Y si alguien me invita alguna vez a galletas, que se pongan bien lejos, que yo soy tipo “coco”.

Como remate final, otro chiste tonto, de los que sólo se ríe con ellos este que suscribe, o sea, es un chiste “para tontos”. El psicólogo que le pregunta al paciente:”¿desde cuando se cree ud. que es un perro?”. Y el paciente responde: “desde cachorro, doctor”.