REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIII
Como llevo unas semanas con una “tontería mental” (para aquellos que me conocen bien, decirles que es más grave de la ya habitual y conocida por ell@s), y que no se me ocurre ninguna idea digna o no digna de comentar, creo que voy a hacer lo que hacen los malos guionistas cuando se quedan sin ideas, o sea, hacer un “mix” de mis anteriores escritos. Para aquel o aquella que no la haya quedado claro, voy a soltar cosas en referencia a mis anteriores artículos.
Por ejemplo, en cuanto a mis vivencias personales, y más concretamente en mi época militar, recuerdo una ocasión en la que mi habitual buena suerte para situaciones complicadas desapareció. En realidad no es que se fuera a ver a las “mama chichos”, que es lo que ponían en aquel tiempo en la tele, sino más bien que un veterano me hizo una jugada bien gorda. El veterano en cuestión no me podía ni ver, el típico rencilla que no soportaba que su trabajo lo hiciera otro mejor y más rápido.
Su malestar venía porque él hubiera preferido que mi destino en la oficina del cuartel fuera ocupado por un amiguete suyo, pero, amigo, los test de personalidad y habilidad que te hacen nada más entrar sirven para algo, y mis 350 pulsaciones de mecanografía y mis habilidades sociales decantaron mi ocupación final (no hace falta que os imaginéis a los que sacaron puntuación cero o negativa donde los mandaron, eso sí, los retretes siempre estaban bien limpios).
Pues bien, este “enemigo” (la verdad es que, que yo sepa, enemigos he tenido muy pocos en la vida, gente que le caigo mal, las habrá sin duda, y buenos amig@s, todos a los que envió estas divagaciones y los que se han quedado por el camino) vino un día de visita cuando ya se había licenciado (hay que estar muy colgado para ir a visitar un sitio donde tus libertades se han visto recortadas, tanto, que me pegue dos meses después de salir, que le decía a la dependienta del supermercado: “bueno días, mi sargento”), y, aprovechando que yo no me encontraba en la oficina, cambió adrede una orden de servicios, incluyendo para realizar unas guardias, a una compañía que en ese tiempo estaba de maniobra. Traduciendo, físicamente era imposible que esa gente pudiera hacer esos menesteres, a no ser que el ejercito les pagara un vuelo charter, porque en ese momento se encontraban en Fuerteventura.
Este “error maquiavélico” conllevó una bronca de escándalo a mi jefe en la oficina, como responsable de la misma, y éste a su vez, la pagó conmigo. El “castigo” no fue arrestarme hasta que Chávez le pida perdón al Rey, sino que, en unas maniobras de fuego real nocturno, me hizo revisar todas las armas de los novatos cada vez que se disparaban, y, dado que las armas del ejercito creo que fueron heredadas de la batalla de Trafalgar, y que el coeficiente intelectual de alguno de ellos merecería ser caso de estudio por alguna universidad, para así poder determinar las causas de la estupidez humana, tengo que reconocer que mi vida estuvo en serio peligro. Menos mal que en la mili te dan dos trajes de comando, porque esa noche acabe con unas manchas oscuras, y de barro no eran, para que quede claro.
En referencia al “señor” Chávez, alguien muy estimada me llamo a las 7 de la mañana del lunes, supercontenta por el resultado del referéndum. Sólo decir que utilizar como campaña para el sí, el hacer el ridículo poniendo a caldo pota al Rey de España y al Presidente de Colombia, y subirse en plan concierto de salsa callejero a un autobús por las calles, merecerían otro estudio universitario como el referido anteriormente. Yo el cambio en la constitución que pediría, sería que se le tiene que hacer de forma obligatoria un estudio psicológico a los candidatos a Presidente.
En cuanto a las cosas que me tocan las narices, se me olvidó comentar que odio profundamente que me molesten un domingo por la mañana los testigos de Jehová, Mahoma, Cristo del Séptimo Día, Esclavos de Judas o Santa Viagra Bendita. Si alguien los ha vuelto locos a ellos, yo les juro que el día que llegue a Presidente de algo, los voy a dejar tranquilos, aunque a algunos de ellos me encantaría meterles arresto domiciliario, y más concretamente, arresto en casa y sin poder salir del cuarto de baño.
Es que ya tiene delito, que te quieras relajar un domingo por la mañana, y te vengan con el cuento de que su Dios es nuestro salvador y demás. Al próximo que me tranque, le digo que me hago de su religión si me pagan la hipoteca, me viene a limpiar el piso una vez por semana y me planchan las camisas, que la parte de los botones del cuello me quedan de pena cada vez que plancho.
Y de las series infantiles, ahora parece ser que Barrio Sésamo es una mala influencia, según los americanos. Pues yo les diría que si no es por el Drácula que le encantaba contar, no hubiera aprobado primero de E.G.B. Y si alguien me invita alguna vez a galletas, que se pongan bien lejos, que yo soy tipo “coco”.
Como remate final, otro chiste tonto, de los que sólo se ríe con ellos este que suscribe, o sea, es un chiste “para tontos”. El psicólogo que le pregunta al paciente:”¿desde cuando se cree ud. que es un perro?”. Y el paciente responde: “desde cachorro, doctor”.
Como llevo unas semanas con una “tontería mental” (para aquellos que me conocen bien, decirles que es más grave de la ya habitual y conocida por ell@s), y que no se me ocurre ninguna idea digna o no digna de comentar, creo que voy a hacer lo que hacen los malos guionistas cuando se quedan sin ideas, o sea, hacer un “mix” de mis anteriores escritos. Para aquel o aquella que no la haya quedado claro, voy a soltar cosas en referencia a mis anteriores artículos.
Por ejemplo, en cuanto a mis vivencias personales, y más concretamente en mi época militar, recuerdo una ocasión en la que mi habitual buena suerte para situaciones complicadas desapareció. En realidad no es que se fuera a ver a las “mama chichos”, que es lo que ponían en aquel tiempo en la tele, sino más bien que un veterano me hizo una jugada bien gorda. El veterano en cuestión no me podía ni ver, el típico rencilla que no soportaba que su trabajo lo hiciera otro mejor y más rápido.
Su malestar venía porque él hubiera preferido que mi destino en la oficina del cuartel fuera ocupado por un amiguete suyo, pero, amigo, los test de personalidad y habilidad que te hacen nada más entrar sirven para algo, y mis 350 pulsaciones de mecanografía y mis habilidades sociales decantaron mi ocupación final (no hace falta que os imaginéis a los que sacaron puntuación cero o negativa donde los mandaron, eso sí, los retretes siempre estaban bien limpios).
Pues bien, este “enemigo” (la verdad es que, que yo sepa, enemigos he tenido muy pocos en la vida, gente que le caigo mal, las habrá sin duda, y buenos amig@s, todos a los que envió estas divagaciones y los que se han quedado por el camino) vino un día de visita cuando ya se había licenciado (hay que estar muy colgado para ir a visitar un sitio donde tus libertades se han visto recortadas, tanto, que me pegue dos meses después de salir, que le decía a la dependienta del supermercado: “bueno días, mi sargento”), y, aprovechando que yo no me encontraba en la oficina, cambió adrede una orden de servicios, incluyendo para realizar unas guardias, a una compañía que en ese tiempo estaba de maniobra. Traduciendo, físicamente era imposible que esa gente pudiera hacer esos menesteres, a no ser que el ejercito les pagara un vuelo charter, porque en ese momento se encontraban en Fuerteventura.
Este “error maquiavélico” conllevó una bronca de escándalo a mi jefe en la oficina, como responsable de la misma, y éste a su vez, la pagó conmigo. El “castigo” no fue arrestarme hasta que Chávez le pida perdón al Rey, sino que, en unas maniobras de fuego real nocturno, me hizo revisar todas las armas de los novatos cada vez que se disparaban, y, dado que las armas del ejercito creo que fueron heredadas de la batalla de Trafalgar, y que el coeficiente intelectual de alguno de ellos merecería ser caso de estudio por alguna universidad, para así poder determinar las causas de la estupidez humana, tengo que reconocer que mi vida estuvo en serio peligro. Menos mal que en la mili te dan dos trajes de comando, porque esa noche acabe con unas manchas oscuras, y de barro no eran, para que quede claro.
En referencia al “señor” Chávez, alguien muy estimada me llamo a las 7 de la mañana del lunes, supercontenta por el resultado del referéndum. Sólo decir que utilizar como campaña para el sí, el hacer el ridículo poniendo a caldo pota al Rey de España y al Presidente de Colombia, y subirse en plan concierto de salsa callejero a un autobús por las calles, merecerían otro estudio universitario como el referido anteriormente. Yo el cambio en la constitución que pediría, sería que se le tiene que hacer de forma obligatoria un estudio psicológico a los candidatos a Presidente.
En cuanto a las cosas que me tocan las narices, se me olvidó comentar que odio profundamente que me molesten un domingo por la mañana los testigos de Jehová, Mahoma, Cristo del Séptimo Día, Esclavos de Judas o Santa Viagra Bendita. Si alguien los ha vuelto locos a ellos, yo les juro que el día que llegue a Presidente de algo, los voy a dejar tranquilos, aunque a algunos de ellos me encantaría meterles arresto domiciliario, y más concretamente, arresto en casa y sin poder salir del cuarto de baño.
Es que ya tiene delito, que te quieras relajar un domingo por la mañana, y te vengan con el cuento de que su Dios es nuestro salvador y demás. Al próximo que me tranque, le digo que me hago de su religión si me pagan la hipoteca, me viene a limpiar el piso una vez por semana y me planchan las camisas, que la parte de los botones del cuello me quedan de pena cada vez que plancho.
Y de las series infantiles, ahora parece ser que Barrio Sésamo es una mala influencia, según los americanos. Pues yo les diría que si no es por el Drácula que le encantaba contar, no hubiera aprobado primero de E.G.B. Y si alguien me invita alguna vez a galletas, que se pongan bien lejos, que yo soy tipo “coco”.
Como remate final, otro chiste tonto, de los que sólo se ríe con ellos este que suscribe, o sea, es un chiste “para tontos”. El psicólogo que le pregunta al paciente:”¿desde cuando se cree ud. que es un perro?”. Y el paciente responde: “desde cachorro, doctor”.
2 comentarios:
Entre reformas constitucionales y otras variedades, me quedo con el perro. Además, le veo un gran futuro profesional. Cuando comenzaron a diseñarse los primeros aviones era necesario una amplia tripulación: dos pilotos, un navegante, dos ingenieros... Los últimos aviones que están apareciendo tan sólo necesitan un perro y una persona.
La misión de la persona es encargarse de dar de comer al perro durante el viaje.
El perro está ahí para morder a la persona si se le ocurre tocar algún botón.
Y a buenas horas se congelan los salarios los del gobierno, cuando nosotros tenemos telarañas en la cartera...
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