REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO XIV
Ya están aquí las Navidades. Mejor dicho, llevamos ya un mes de Navidad y todavía no es 24 de diciembre, pero yo ya he visto adornos navideños en escaparates de tiendas desde el día 01 de noviembre, amén de algún fantasma de halloween con gorrito de papa Noel que ví esa noche. Sólo me falta ver a algún “mago” el día 02 de mayo en el tradicional baile de ídem, con el mismo tocado navideño, y ya no me quedará ninguna duda del cambio climático, y reafirmar lo que dice la famosa frase de: “cada loco con su tema”. Más bien, cada loco con su timple, su “cargadera” de vino de La Orotava y su gorrito de Noel.
Lo de los escaparates decorados en Navidad es una tradición, que gusta mucho a los que les gusta ir de tiendas, pero para los que hemos trabajado en una “shop” (manera internacional de no repetir palabras, cosecha particular, ya la tengo registrada, no me copiéis) como dependientes en esas fechas, es la peor época del año. Más si cabe si como yo, tenían a una encargada “amargada”, que descargaba su odiado paso por el mundo con todo aquel que se le ponía delante. Montar un escaparte bajo su supervisión, era una semana de cambios, cambios y más cambios en lo inicialmente diseñado.
Tal era el caso que el segundo año que me toco, saque una foto del primer escaparate montado. La susodicha nos hizo cambiar dicha decoración, batiendo un record que creo que todavía permanece en el libro Guiness, cuarenta y cinco veces. El definitivo, tras tanto trasiego, acabo siendo el mismo que el primero, con la única diferencia de que el muñequito de Santa Claus en vez de su mirada de bonachón, se le había puesto una cara de mala leche, pensando seguramente: “a ver si dejáis de tocarme las bolas” (creo que se refería a las dos, las físicas y las del árbol).
Que conste que la foto inicial y la final solamente se la mostré a mis “sufridos” compañeros, porque, si se me hubiera ocurrido regodearme de ella enseñándole las fotos, se hubiera cabreado más, y ya el nuevo record no lo supera nadie ni adrede.
Ya no te digo la noche del día 05 de enero. Recuerdo una vez que, en un momento determinado, estaba agachado detrás del mostrador, guardando algún producto, y cuando me levanto, me veo sólo, porque mis compañeros, o bien estaban enseñando productos por fuera, o bien pasando visas, y me ví una marabunta de gente que era imposible distinguir la puerta del local. Es que en aquel tiempo el Gobierno no se gastaba el dinero en campañas para promover que la gente comprara todo antes, o si las hacía, la gente no les prestaba la atención debida (como ahora). Las varices de aquellos días todavía permanecen, me cogieron cariño y no me quieren abandonar.
De la noche del 24 de diciembre sólo destaco las caras de felicidad de los niños de la familia (los de menos de 14, a los “niños” que ya acabamos de cumplir 38 ya no nos regalan) al abrir sus regalos.
En cuanto a las fiestas de Fin de Año, creo que soy de las pocas personas que quedan en este mundo (o sea, un “friki” con todas las letras) que no se ha puesto nunca un esmoking. Las fiestas más recordadas son las que montábamos en casa de un amigote, donde habían dos tradiciones. La primera era que yo me encargaba de la música (con muy buenas críticas, y esta vez pecando de vanidad con todas las de la ley), y la segunda, la típica llegada de la policía a las 6 de la mañana, tras la consecuente queja de los vecinos de alrededor. Y a las 6 era cuando oíamos el timbre de la puerta, que creo que estaban tocando a la misma desde las 5, pero con el jolgorio no se oía nada. Una vez abrimos la puerta y estaban a punto de derribarla los antidisturbios, al estilo Hombres de Harrelson.
Tuve la suerte un año de participar en la organización de una de estas fiestas, y aprendí una cosa fundamental. Si en la lista de invitados se encuentra un amigote que seguramente leerá este artículo, hay que triplicar el surtido de croquetas. Menos mal que no ocurrió ninguna situación que hubiera necesitado asistencia sanitaria, porque no me veo al sanitario explicándole una intoxicación por exceso de pasta de atún rebozada.
La última tradición es la del día de Reyes, con su típico Roscón. A mí nunca me ha tocado el muñequito, pero da igual, siempre lo paga “tío Pedro”. Yo llevo estos últimos años comprando las variedades, o sea, los rellenos de nata, de chocolate, de crema, y el año pasado descubrí uno nuevo, de turrón. Tal es el atracón de roscones varios, que desde que me levanto ese día, el estomago me da un par de punzadas, temeroso de lo que le espera. Pero yo ese día le cuento el siguiente chiste: “niño, no comas más dulces que vas a reventar” y el niño responde, “pues dame otro, y apártate”.
Final. Como recordatorio, no olvidéis de mandar sms el día 24 por la noche, para que así las compañías de telefonía tengan beneficios y nos puedan dar ofertas al año siguiente, y para los ateos, deciros que se cree que Jesús nació en marzo, y que Baltasar era “blanco” hasta el siglo XVI, época a partir de la cual se le representó como de raza negra por necesidades estratégicas de la Iglesia.
Yo sólo os deseo una Feliz Navidad, y espero que me toque la lotería de Navidad, o bien con los decimos que tengo con mi amiga Alex, o bien con los que tengo con mi amiga Raisha. No os deseo que la ganéis los demás, porque a ver como pago yo los roscones este año, pero un pellizco os daré si me lo gano (pellizco de roscón, que quede claro).
Ya están aquí las Navidades. Mejor dicho, llevamos ya un mes de Navidad y todavía no es 24 de diciembre, pero yo ya he visto adornos navideños en escaparates de tiendas desde el día 01 de noviembre, amén de algún fantasma de halloween con gorrito de papa Noel que ví esa noche. Sólo me falta ver a algún “mago” el día 02 de mayo en el tradicional baile de ídem, con el mismo tocado navideño, y ya no me quedará ninguna duda del cambio climático, y reafirmar lo que dice la famosa frase de: “cada loco con su tema”. Más bien, cada loco con su timple, su “cargadera” de vino de La Orotava y su gorrito de Noel.
Lo de los escaparates decorados en Navidad es una tradición, que gusta mucho a los que les gusta ir de tiendas, pero para los que hemos trabajado en una “shop” (manera internacional de no repetir palabras, cosecha particular, ya la tengo registrada, no me copiéis) como dependientes en esas fechas, es la peor época del año. Más si cabe si como yo, tenían a una encargada “amargada”, que descargaba su odiado paso por el mundo con todo aquel que se le ponía delante. Montar un escaparte bajo su supervisión, era una semana de cambios, cambios y más cambios en lo inicialmente diseñado.
Tal era el caso que el segundo año que me toco, saque una foto del primer escaparate montado. La susodicha nos hizo cambiar dicha decoración, batiendo un record que creo que todavía permanece en el libro Guiness, cuarenta y cinco veces. El definitivo, tras tanto trasiego, acabo siendo el mismo que el primero, con la única diferencia de que el muñequito de Santa Claus en vez de su mirada de bonachón, se le había puesto una cara de mala leche, pensando seguramente: “a ver si dejáis de tocarme las bolas” (creo que se refería a las dos, las físicas y las del árbol).
Que conste que la foto inicial y la final solamente se la mostré a mis “sufridos” compañeros, porque, si se me hubiera ocurrido regodearme de ella enseñándole las fotos, se hubiera cabreado más, y ya el nuevo record no lo supera nadie ni adrede.
Ya no te digo la noche del día 05 de enero. Recuerdo una vez que, en un momento determinado, estaba agachado detrás del mostrador, guardando algún producto, y cuando me levanto, me veo sólo, porque mis compañeros, o bien estaban enseñando productos por fuera, o bien pasando visas, y me ví una marabunta de gente que era imposible distinguir la puerta del local. Es que en aquel tiempo el Gobierno no se gastaba el dinero en campañas para promover que la gente comprara todo antes, o si las hacía, la gente no les prestaba la atención debida (como ahora). Las varices de aquellos días todavía permanecen, me cogieron cariño y no me quieren abandonar.
De la noche del 24 de diciembre sólo destaco las caras de felicidad de los niños de la familia (los de menos de 14, a los “niños” que ya acabamos de cumplir 38 ya no nos regalan) al abrir sus regalos.
En cuanto a las fiestas de Fin de Año, creo que soy de las pocas personas que quedan en este mundo (o sea, un “friki” con todas las letras) que no se ha puesto nunca un esmoking. Las fiestas más recordadas son las que montábamos en casa de un amigote, donde habían dos tradiciones. La primera era que yo me encargaba de la música (con muy buenas críticas, y esta vez pecando de vanidad con todas las de la ley), y la segunda, la típica llegada de la policía a las 6 de la mañana, tras la consecuente queja de los vecinos de alrededor. Y a las 6 era cuando oíamos el timbre de la puerta, que creo que estaban tocando a la misma desde las 5, pero con el jolgorio no se oía nada. Una vez abrimos la puerta y estaban a punto de derribarla los antidisturbios, al estilo Hombres de Harrelson.
Tuve la suerte un año de participar en la organización de una de estas fiestas, y aprendí una cosa fundamental. Si en la lista de invitados se encuentra un amigote que seguramente leerá este artículo, hay que triplicar el surtido de croquetas. Menos mal que no ocurrió ninguna situación que hubiera necesitado asistencia sanitaria, porque no me veo al sanitario explicándole una intoxicación por exceso de pasta de atún rebozada.
La última tradición es la del día de Reyes, con su típico Roscón. A mí nunca me ha tocado el muñequito, pero da igual, siempre lo paga “tío Pedro”. Yo llevo estos últimos años comprando las variedades, o sea, los rellenos de nata, de chocolate, de crema, y el año pasado descubrí uno nuevo, de turrón. Tal es el atracón de roscones varios, que desde que me levanto ese día, el estomago me da un par de punzadas, temeroso de lo que le espera. Pero yo ese día le cuento el siguiente chiste: “niño, no comas más dulces que vas a reventar” y el niño responde, “pues dame otro, y apártate”.
Final. Como recordatorio, no olvidéis de mandar sms el día 24 por la noche, para que así las compañías de telefonía tengan beneficios y nos puedan dar ofertas al año siguiente, y para los ateos, deciros que se cree que Jesús nació en marzo, y que Baltasar era “blanco” hasta el siglo XVI, época a partir de la cual se le representó como de raza negra por necesidades estratégicas de la Iglesia.
Yo sólo os deseo una Feliz Navidad, y espero que me toque la lotería de Navidad, o bien con los decimos que tengo con mi amiga Alex, o bien con los que tengo con mi amiga Raisha. No os deseo que la ganéis los demás, porque a ver como pago yo los roscones este año, pero un pellizco os daré si me lo gano (pellizco de roscón, que quede claro).
2 comentarios:
GANAREMOS PETER! OJALA SEA AUNQUE SEA EL REINTEGRO PARA JUGARLO EN EL SORTEO DEL NIÑO JAJAJAJA
Bueno, siento ser inoportuno, una de mis cualidades no solicitadas, pero este año el primero me toca a mi, eso si, os deseo la mejor de las suertes con el segundo y el tercer premio de la lotería, así nos vamos todos juntitos de vacaciones a alguna playa alejada de la Navidad y la próxima campaña electoral, que cuando terminemos con los villancicos comenzaremos con las melodías monótonas de los distintos partidos.
Saludotes, Sergio
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