miércoles, 31 de octubre de 2007

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO VI

REFLEXIONES DE UN IDIOTA CON CEREBRO VI

Por fin, tras unos meses de relajo, me he decidido volver a llenar un par de páginas, respondiendo así a las peticiones de varios lectores, que no se si me pedían que volviera a escribir por compromiso, o es que de verdad les han gustado los escritos anteriores. Lógicamente, el amigo facha, que estaba deseando que le comunicara el día en que definitivamente decidiera dejar de escribir, para instar en las Cortes que se declarara día de fiesta nacional, le va a sentar como tres patadas, a elegir entre el hígado, el estomago, la espinilla o la otra parte más sensible de los hombres.

Pero bueno, el motivo de esta tardanza ha sido por un tremendo estrés laboral durante los meses previos al verano, que ni siquiera un merecido descanso en agosto, ha sabido llenar el depósito de las neuronas (según el último scanner cerebral, la neurona, en singular).

Este cansancio acumulado me ha dejado en un momento “down” (para aquellos nostálgicos de los finales de los 80, principios de los 90, comentar que no tiene nada que ver con Juan Luís Guerra y sus 4:40), por lo que este escrito va a ser muy melancólico, dado que lo voy a dedicar a detallar vivencias personales, todas ellas traumáticas, y que por muy raro que les suenen, han sido reales. Vamos, que voy a hacer una especie de autobiografía, a ver si al final alguien me logra entender.

Empezamos en el momento de cuando empecé a gestionarme dentro de mi madre. La primera vez que mi madre fue a que le hicieran la ecografía, aparte de mi padre, la acompañó mi abuelo paterno, todo un caso, creo que mi vena humorística la heredé de él (para aquellos que se han leído todos mis anteriores escritos, decirles que no es el de la mala leche que aludí en mi primer escrito, sino el otro, y cuyas tajadas a nivel alcohólico reflejaré más adelante). El médico, viendo la citada ecografía, comentó: “se está produciendo una mitosis anormal, puede que vaya ud. a tener gemelos.” A lo que mi abuelo comentó: “bueno, eso no es problema, si salen con el prepucio muy grande, se les opera y ya está”.

Este abuelo es el mejor abuelo que se puede tener en la vida. Adelantándome unos años, comentare que fue el que me inició en el sutil arte de coger borracheras. Mi abuelo, con la excusa de sacar al nieto a pasear, me llevaba a bares, restaurantes y demás sitios de guardar, para cogerse unas de campeonato (la verdad es que no se como volvíamos a casa, la tasa de alcoholemia hubiera hecho explotar los aparatos actuales de la Guardia Civil). Y para que quede claro, falleció a los 91, y de alzehimer, con el hígado y el estomago en perfecto estado.

En fin, que este querido abuelo, en uno de nuestros habituales “paseos”, en el chiringuito correspondiente, se me queda mirando, y me suelta: “y tu que edad tienes ya?”. Yo le dije que 11, y me responde: “pues ya es hora de que te pegues un güisqui, que ya eres un hombre”. Mi primera borrachera, con 11 años. Una vez leí un artículo donde decía que era malo, malísimo, beber alcohol antes de los 14, con lo cual yo pensé: “pues nada, que le vamos a hacer”.

No hace falta comentar la bronca que se llevo mi abuelo cuando me llevo de vuelta con mi madre, y ésta comprobó mi primer estado de euforia artificial. Por cierto, si algún día me vuelvo famoso, y se deciden a realizar una peli sobre mi biografía (tal y como está la crisis de ideas en los guionistas de cine, no sería un pensamiento descabellado), les pido encarecidamente que obvien la escena de cuando el güisqui hizo su último efecto, y le vomite en los zapatos a mi madre.

Volviendo atrás en el tiempo, otro momento curioso fue el de mi bautizo Parece ser que mis padres, que para otras faenas conyugales se entendían a la perfección (tuvieron cuatro hijos y mi madre tuvo un aborto natural), lo de la comunicación entre ellos como que no. Cuando estaba ya enfrente del cura, éste les pregunto a mis padres como me iba a llamar, a lo cual, mis padres al unísono, dijeron, por un lado, mi padre, Pedro, y mi madre, Pablo. El cura los miro con una cara, como pensando: “vaya, hoy han tocado los indecisos”. Mi tía me cuenta que la discusión allí mismo fue de época, con aspavientos muy bravos por parte de mi madre, que se pueden considerar normales en una discusión, pero el problema es que mi madre me tenía en brazos, y un par de golpetazos con la pila bautismal parece ser que me lleve, seguramente ahí empezó el declive de mis neuronas. Al final, el cura, que seguramente ese día le había dado un repaso al Antiguo Testamento, les ofreció una solución salomónica, por la cual pase a llamarme Pedro Pablo.

Pasaremos ahora a reseñar el momento en el cual empecé a fumar, que coincide plenamente con el primer momento en el que comencé a ser manipulado por las mujeres. Edad: 14 añitos. Mi hermana, que tenía en aquel entonces 17 a punto de 18, un día me sacó de juerga con sus amigas/os, y nos fuimos a la típica discoteca del la época. En ella, una de las amigas de mi hermana, tras varios vacilones, me lleva a la barra y me suelta: “me gustas, pero yo solo estoy con hombres que fuman”. Dicho lo cual mi primera reacción fue girarme al camarero de la barra y decirle: “por favor, una cajetilla de camel (era lo que estaba de moda en aquella época), y si vendes mecheros, mejor que mejor”. Este momento desembocó más tarde en otro momento histórico, en el cual un ser humano pierde algo, pero en los hombres es menos doloroso porque no tenemos himen.

En cuanto a mi época estudiantil, reseñar que tuve cada potra (“suerte”, para los que no entiendan la palabra), con lo cual puede aprobar todas las asignaturas. El caso más flagrante fue un examen final de historia de 3º de bachillerato. La profesora explicó que el examen sería un tema a elegir entre 10. Más que temas, temazos, y consistiría en un sorteo antes del inicio del examen, y el tema que saliera, sería el que habría que contestar. Estudiarse 10 de temas de historia, a finales de curso, con las borracheras que me cogía yo en esas épocas, como que no, con lo cual, decidí no estudiar, y dejar la asignatura para recuperar en septiembre, que en veranito si me pondría a ello. Las semanas antes eran una locura por parte de mis compañeros, estudiando a cada rato libre, y poniéndome malas caras cuando veían mi cara de resaca los lunes por la mañana, mientras ellos se habían pegado los fines de semana encerrados.

El día del examen, éste tendría lugar justo después del recreo. Cuando terminó la última clase y empezaba el citado recreo, una histérica compañera, empezó a gritarme que como era posible que no hubiera estudiado nada, presa seguro de los nervios, cafeína en vez de sangre y demás cosas que se habría metido sin dudar. Pero me hizo reflexionar, y decidí leerme, digo LEERME, el tema más sencillo y más corto de los 10, que era la Reconquista. Empieza el examen, la profesora mete en una bolsa los nombres de los 10 temas en unos papelitos, y, para mas INRI, la mano inocente fue la de la histérica antes mencionada, y saca: LA RECONQUISTA. Al cabo de un par de días, viene la profesora con los resultados de los exámenes y comenta que está muy descontenta con la clase, pues de 40 alumnos, solo habían aprobado 5. Para más vergüenza generalizada, dice las notas en alto, y cuando dice mi nombre, suelta : SUFICIENTE. O sea, que fui uno de los 5 aprobados. A partir de ese momento, las malas caras de los compañeros pasaron a ser miradas asesinas, que de haberse consumado, hasta el más tonto de los detectives hubiera deducido asesinato en masa de 35 personas. Hasta alguna colleja del matón de la clase me lleve, pero claro, no es cuestión de meterse en peleas con un matón, y menos con aquel, que seguro que sirvió de modelo para los esteriotipos del citado personaje, sino más bien, habría que decirle: “no tío, más fuerte la colleja, y más cercana a la nuca, para que duela más”.

Bueno, yo creo que para un inicio de anécdotas personales ya está bien, además ya me he pasado de dos páginas, y no queremos que el amigo facha coja más nervios de los necesarios. Seguiremos con más vivencias personales más adelante, a ver si el momento “down” se va pasando. Para terminar, una frase de cosecha particular: En este mundo habrá montón de gente que te pueda llamar tonto en un momento determinado, pero teme más al que no te lo dice, pero pone cara de que lo está pensando.

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